DETAILS, FICTION AND VIERA VIDENTE

Details, Fiction and viera vidente

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El texto correspondiente de su Diario explain una experiencia espiritual profunda en la que Sofía se confunde con la “Sophia” de los gnósticos y asimismo se fusiona con la imagen intercesora de la Noche, en su versión del arquetipo de la Madre Cósmica.

threeº Pero la producción poética se origina en la actividad mediadora y productiva del poeta y esta acción arraiga y se nutre de la poesía. Hay una obvia desproporción entre el principio y sus productos y el franqueamiento de esta grieta exige purificación.

Como símbolo de lo infinito, la Noche proyecta al poeta hacia un cosmos abierto sin referencias ciertas. La Noche es la gran intercesora, el abismo húmedo de vida primordial donde lo sagrado y lo profano confunden sus contornos. Para Novalis, la Noche pertenece a ese orden de vivencias que se hallan ligadas al presentimiento de lo Absoluto y permiten obtener un contacto arracional con el mundo invisible.

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Son instantes en que los marcos tempo-espaciales se derrumban y la conciencia adquiere un estado de inmersión en el presente perfecto; momentos en que el yo transformado se sitúa en una posición impersonal­ e intemporal, más allá de las categorías del mundo­ relativo. Baudelaire los take into accountó como la “cima de su vida espiritual”.

Penetrar ese mundo, deliberadamente alterado por un individual dandismo, ha sido una empresa apasionante. Múltiples exegetas han visto un Baudelaire satánico o católico místico o influenciado por el esoterismo.4 Sartre ha trazado un deformado retrato del poeta, analizando con implacable crueldad sus debilidades y condicionamientos. Nosotros seguiremos las huellas de la inasible Sehnsucht romántica que se vislumbra en su vida y en su obra y por un momento asomaremos a ese abismo de múltiples tensiones que anhelan secretamente la unidad.

El poeta se impone, entonces, una riesgosa aventura. Debe internarse en lo más profundo de su ser, pero sus métodos de acceso –a diferencia de las vías contemplativas de despojo gradual– son ensayos anárquicos­ con “temporadas de infierno”. Su testimonio escrito responde a la vida profunda, se nutre en los sueños y en los automatismos inconscientes y, al tender los puentes más maravillosos entre los objetos del cosmos, ofrece una imagen fragmentada de esa reali­dad esencial que escapa a la percepción ordinaria.

La palabra del poeta convoca símbolos de insólita belleza. Estallan y se recomponen imágenes arcaicas liberadas de su contexto mítico. El gran organismo common revela su rostro sagrado. El poeta oye “la voz del silencio” y se entabla un profundo diálogo con el Ser desconocido.

La totalidad es compleja porque refleja la creación por emanaciones sucesivas y es indivisible por el encadenamiento ininterrumpido de los distintos planos. El bien y el mal, Dios y Satán, son consubstanciales al hombre. Para Baudelaire, Satán no es una fuerza exterior, es una energía abstracta e inmanente que puede paralizar la voluntad y reducir su “elección”. “El cerebro bien conformado –escribe el poeta– lleva en sí dos infinitos: el cielo y el infierno; y en toda imagen de uno de esos infinitos, reconoce inmediatamente la mitad de sí mismo”. El hombre baudelaireano, como lo quiere Sartre,5 es la interferencia de dos movimientos centrífugos y opuestos, de los cuales uno se dirige hacia arriba y otro hacia abajo. Estos movimientos a los que llama trascendencia check it out y trasdescendencia, utilizando la terminología de Jean Wahl, no son otros que las célebres postulaciones simultáneas: una hacia Dios, otra hacia Satán”. La primera es la espiritualidad que se concreta en un deseo de “subir de grado”, la segunda es la “alegría de descender”. Baudelaire ha elegido la ascesis invertida que por los caminos del vértigo, del tedio y del orgullo puede también llegar a experimentar “la punta acerada del infinito”.

La universalidad de la experiencia mística fue la piedra de toque de esa similitud que atestigua la realidad del espíritu humano. Desde el sentimiento de lo Uno de que hablan los Upanishad al inescrutable Tao en Lao-Tsé y en Chuang-Tsé; desde los éxtasis de Filón y del sufismo hasta la suprema unión de Plotino, el mayor intento cognoscitivo del hombre se realiza en aquellos que, desprendiéndose del “yo” creado por la acumulación de sensaciones adulteradas, experimentan los estados místicos de la conciencia. Partiendo de lo Uno, el misticismo especulativo racionalizó lo infinito en la visión del mundo que postula un universo viviente donde todo se corresponde por sutiles y misteriosos lazos.

Pero el precio de esa libertad responsable no es otro que la angustia. De pronto, al detener su activismo insensato, su carrera vana tras lo convencional y superfluo, el hombre experimenta el vacío, la impostura de la vida cotidiana y lo injustificable de ese accionar carente de sentido.

En Los Cuadernos de Malte Laurids Brigge, ese “irse” del nivel ordinario se manifestó por la pérdida del marco temporal. El “momento fuera del tiempo” fue para el poeta un modo de situarse en la realidad, de tenderse hacia lo grande y “abierto”.

Sin embargo, ni el animismo tyloriano ni la mística levybruhliana ofrecen respuestas definitivas al origen de las creencias. Ambas teorífor a pesar de sus aspectos positivos pecan de culturocentrismo y permanecen de algún modo aprisionadas en los prejuicios racionalistas. “Como buenos positivistas –escribe Mircea Eliade– Tylor y Frazer consideraban la vida mágico-religiosa de la humanidad arcaica como un conjunto de ‘supersticiones’ pueriles: frutos de miedos ancestrales o de la estupidez ‘primitiva’.

El poeta­ “despierto” avanzó sin pausa hacia el lugar donde muere el hombre mecánico y nace el nuevo hombre al que los Evangelios comparan a una semilla capaz de crecimiento. 

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